Desde que era estudiante, Paula Cardenau, Co-fundadora y directora de Arbusta, tuvo pasión por emprender, organizar e influir en temas públicos para generar mayor igualdad social. Conocé cómo fueron los comienzos y el recorrido de esta politóloga que co dirige una empresa de tecnología que capacita y emplea a jóvenes de sectores socioeconómicos frágiles.
Cuando Paula se recibió de Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, en los años ’90, comenzó a trabajar en un innovador programa del Ministerio de Desarrollo Social, con comunidades del norte argentino que vivían en municipios con necesidades básicas insatisfechas. Esta experiencia la llevó a conocer la Argentina y a estar en contacto con la pobreza urbana y rural. “Eso fue para mí muy fundante, porque los proyectos resolvían situaciones muy concretas, como la falta de un centro de salud o de un sistema de agua, y por otro lado generaban capacidades para que esos grupos pudieran autogestionarse y trabajar con las autoridades locales“, dice Paula, y agrega: “Desde ese primer momento supe que me interesa trabajar para generar mayor equidad y libertad”.
Luego formó parte de Ashoka, una reconocida y prestigiosa organización internacional que promueve el emprendimiento social. “Si bien se trata de una plataforma mundial con un nombre, una marca y un equipo, en el momento en que yo arranqué en América Latina había todo por hacer. Uno tiene que generar iniciativas, buscar la plata, generar comunidad, así que para mí fue un gran aprendizaje”. Otra práctica clave que Paula identifica según su experiencia, a la hora de generar más oportunidades para las personas que no están completamente incluidas en un sistema es “entender cómo funciona ese sistema, cuáles son las causas de la exclusión, las barreras invisibles, los deseos de las personas, y desde ahí podés generar una solución efectiva; una transformación”.
Tras este paso fundamental, en 2012 Paula fundó la ONG Njambre, una incubadora de emprendedores que luego se convirtió en una empresa de diseño de emprendimientos de impacto. En 2013, fundó Arbusta junto a sus socios Federico Seineldín y Emiliano Fazio. Se trata de una empresa de tecnología que ofrece varios servicios para clientes de todas las industrias, y para lograrlo, capacitan y emplean a jóvenes de sectores socioeconómicos frágiles. “Hay un prejuicio muy grande hacia los jóvenes que viven en barrios populares, asociado a imágenes estereotipadas de violencia y consumo. Por eso, cuando fundamos Arbusta dijimos: ‘Hagamos una empresa que se haga cargo y contratemos nosotros a las personas, y después eso les va a generar a ellos otras oportunidades”, comenta Paula sobre su organización que, actualmente, tiene 300 empleados distribuidos en Buenos Aires, Rosario, Montevideo y Medellín.
Un patrón que aprendió en Ashoka fue que hay que mirar a la persona no desde lo que le falta sino desde donde esa persona brilla, generar estrategias, oportunidades y desde ahí cambiar el sistema. “En Arbusta vemos el potencial y no las carencias”, dice.
Al ser consultada sobre su experiencia profesional en un mundo liderado por hombres, afirma: “Me siento privilegiada y con una responsabilidad muy grande de abrir camino para otras mujeres. Tuve la bendición de crecer en una familia nada machista. Los ámbitos en que me desarrollé, el Ministerio de Desarrollo Social y Ashoka tampoco eran ámbitos machistas, y mis dos socios, que son varones, son dos personas con una energía femenina bastante desarrollada”. Luego agrega que el hecho de tener al padre de su hijo muy presente en la crianza la ayudó mucho para poder desarrollarse tanto en su maternidad como en su rol de emprendedora.
En este sentido, la empresa que dirige trabaja internamente con la igualdad de género. “En Arbusta tenemos la política de ser más mujeres que varones, y eso fue algo impulsado por mí. Se trata no solamente de tener más oportunidades sino de asumir roles de liderazgo, de animarse, de identificar sesgos y no naturalizar situaciones”, comenta orgullosa.
Al preguntarle qué reflexiones le dejó la pandemia sostiene: “Creo que las personas que mejor la afrontaron son las que tienen mucho trabajo interior, o búsquedas espirituales o psicológicas, o se sienten muy bien consigo mismas, por lo tanto, no le temen tanto a la incertidumbre, a la soledad o al encierro“. A nivel profesional, Paula asegura que la pandemia hizo surgir al trabajo en equipo con más fuerza, considerando que el 90% de los empleados vive en condiciones precarias y que para la mayoría es su primer trabajo. “Tuvimos dos desafíos: uno estructural (lo habitacional, el acceso a Internet) y otro cultural (no estar en una oficina, tener tu propia responsabilidad) y pasamos al teletrabajo en 72 hs. Nos pusimos la camiseta, desarrollamos un montón de canales que tienen que ver con la conectividad real entre personas, programas de inteligencia emocional. Lo sostuvimos y crecimos un 50%. Ingresaron 73 personas nuevas en Arbusta en pandemia, trabajando en forma remota. Esto hackeó muchas de mis creencias y nos está haciendo mirar y repensar nuestro modelo de negocios”, afirmó.
Otra enseñanza fue que la mayoría de los colaboradores de Arbusta eran los únicos dentro de sus familias que seguían trabajando, y esto puso en evidencia que el trabajo formal es una herramienta clave para que una persona salga de la pobreza.
Luego, Paula comparte cómo es su experiencia de trabajo con los más jóvenes: “Siento que me renuevan las energías. Tienen otra forma de ver las cosas, otra velocidad, siempre pensando temas y formatos nuevos para compartir conocimiento, para generar procesos. En lo cotidiano esto me alimenta y me complementa muchísimo, y me hace revisar mi forma de ver las cosas. Cuando hago las entrevistas de ingreso, las y los veo con unas metas y con un foco claro y me generan admiración”.
Finalmente nos cuenta qué es lo que más la apasiona de su trabajo: “Todo. Me apasiona que esté alineado con lo que a mí me hace bien, con lo que me significa estar en este mundo en el sentido más espiritual, y es lo que me hace sostenerlo cuando la situación se pone difícil. También el hecho de hacer realidad esta visión de un nuevo escenario posible, de cambiar las reglas del juego. El trabajo me hace crecer todo el tiempo, me desafía, me hace fortalecer habilidades, es una fuente de desarrollo personal. Yo lo hago en equipo con otras personas que me van nutriendo con nuevas ideas y aportes. Me gusta innovar y hacer laboratorio de procesos nuevos. Eso me motiva muchísimo. También me apasiona entender la tecnología, las tendencias y ver hacia dónde podemos mejorar“, concluye.
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